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En un expediente confidencial al que tuvieron acceso, Germán revela el grado de corrupción de las autoridades y su nivel de infiltración en el crimen organizado. Además, detalla cómo se fue dando su corrompimiento hasta llegar a ser capturado.
Su relación con los delincuentes no vino de la marginación, que suele llevar a muchos a las puertas de la ilegalidad y el dinero fácil; al contrario, era hijo de un exalcalde municipal del Estado de México.
Nació en el año de 1981 en Toluca. Vivió en una colonia clasemediera, y deseaba ser policía, por lo que ingresó en 2002 a la Agencia Federal de Investigación, donde ganaba alrededor de 30 mil pesos al mes.
Se preparó mucho: obtuvo información en cursos sobre operaciones especiales, manejo de armas e inteligencia policial. Llegó a combatir a los Zetas y a los Arellano Félix.
Sin embargo, la decepción fue dándose gradualmente. Lo corrupto del sistema penitenciario le hacía sentir que su trabajo era totalmente inútil y cínico. Arriesgaba su propia vida en operativos de captura de narcotraficantes que pronto eran liberados.
Tiempo después ingresó a la Dirección de Seguridad Pública, donde su jefe inmediato le proporcionaba una carga de trabajo excesiva y sufría faltas de respeto, entre otras cosas que generaron fricciones laborales.
En el año 2009, mientras se encontraba cargando gasolina para su patrulla, un hombre que se hacía llamar La Culebra, se le acercó. Se trataba de Edgardo L., jefe de plaza de la Familia Michoacana y desertor del Ejército.
Lo interrogó sobre su trabajo y cargo, e inmediatamente le informó que era miembro del cártel de La Familia. Lo invitó a trabajar con ellos, y le dijo que su propósito era hacer cómplices a los policías, y que si no querían cooperar de esa manera, la orden que tenían era darlos ‘para abajo’.
Tentado por la inconformidad que ya se acumulaba en sus hombros desde hace tiempo, aceptó la propuesta. Al principio sus tareas eran sencillas: avisar de operativos y patrullas o vehículos militares.
Después lo engancharon. Tras meterle en la cabeza la falsa idea de que ya estaba siendo investigado e iban pronto a ir por él, le aconsejaron dejarlos y unirse a La Familia Michoacana.
Así lo hizo. Pronto comenzó a recibir 100 mil pesos quincenales por secuestrar y asesinar a narcomenudistas que no compraban a La Familia.
En el 2011 ya era cabeza en Toluca, y pronto también en Naucalpan, Tlalnepantla, Nicolás Romero y Atizapán, con lo que fue subiendo a estratos más altos de la mafia.
Una de sus declaraciones más fuertes fue: ‘De hecho yo no ganaba mal (…) me arrepiento de la decisión pero también me dijeron que si me salía ya tenía pintada una cruz en la frente. El dinero que hice, para lo que tuve que hacer, se me hizo muy poco’.
Con información de EFE y AP
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