– ¿Un maldito precio sobre mi cabeza?
– Hay una recompensa de 350 mil dólares por cada agente de la DEA caído aquí, pero estás a salvo… gracias a Kiki.
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Pero. ¿quién fue en verdad ese especie de mesías al que ambos agentes le rinden tributo y se convirtió en un símbolo dentro de aquella dependencia antinarcóticos? "Kiki fue como un Jesucristo para nosotros. Murió para salvarnos a todos", recuerdan quienes libraron la guerra contra Escobar. Es que a partir de su asesinato a manos del Cartel de Guadalajara, nunca más se puso la mira contra un hombre de la DEA.
Camarena nació en Mexicali, Baja California, el 26 de julio de 1941. Se naturalizó norteamericano, se enroló en los Marines en 1968; luego sería bombero, policía y detective de narcóticos, para arribar a la DEA en California en 1974, donde le darían sus primeras misiones, hasta que encontrara el mayor de los desafíos: infiltrarse en el Cartel de Guadalajara, de Miguel Ángel Félix Gallardo, el Jefe de Jefes y Rafael Caro Quintero, el Narco de Narcos.
Hoy, el nombre de Kiki Camarena vuelve a los primeros planos de la mano del actor Michael Peña, quien lo interpreta en la cuarta temporada de Narcos, donde se relata el ascenso de Gallardo y Quintero y el vía crucis que debió padecer el agente norteamericano.
En julio de 1981 fue trasladado a Guadalajara desde la oficina que el organismo tenía en Fresno. Lo hizo junto a su esposa, Geneva y tres hijos, Enrique, Daniel y Erik. Gracias a sus artes y a su origen mexicano, consiguió infiltrarse de inmediato en la organización criminal. Pronto Kiki fue clave para los popes narcos y se erigió en el encargado de la seguridad del Cartel en los estados del Océano Pacífico.
Mientras tanto Camarena se las ingeniaba enviaba información a sus superiores norteamericanos para que derrumbaran laboratorios y plantaciones. Nadie sospechaba de aquel hombre inteligente y que conseguía mantener todos a raya en el grupo. Su trabajo era por demás arriesgado. Debía tomar nota de cada uno de los pasos de Gallardo, Quintero y de Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto.
Hasta que un golpe dado por la DEA en el corazón del Cartel de Guadalajara fue demasiado caro para los criminales. Se la conoció como Operación Rancho Búfalo. La finca de mil hectáreas de marihuana estaba ubicada en el estado de Chihuahua y allí -en noviembre de 1984- desembarcaron 450 soldados mexicanos. La destruyeron. Decomisaron unos 10 mil kilos de esa droga. Uno de los mayores golpes de la historia del organismo. El lugar era propiedad de Quintero quien no toleró la misión en su contra y juró vengarse. Sospechaba que había un infiltrado y no descansaría hasta encontrarlo.
Lo hallaron. Era Kiki.
En la tarde del 7 de febrero de 1985, Camarena conducía su automóvil para ir a almorzar con su esposa. Pero nunca llegó a su hogar. Fue abordado junto a su chófer Alfredo Avelar por cinco secuestradores cuando dejó el Consulado de los Estados Unidos en Guadalajara. Uno de sus captores era un oficial mexicano.
El agente especial nunca más sería visto con vida. Fue torturado durante dos días de las formas más crueles en una casa de la calle Lope de Vega en Guadalajara. Fue tal el sadismo contra Kiki que los narcos dispusieron un médico en la sala de tormentos para que lo mantuviera con vida para poder seguir torturándolo una y otra vez sin que se muriera y que su sufrimiento fuera aún mayor. Finalmente sus secuestradores lo ejecutaron aplastándole el cráneo. Su cadáver y el de Avelar fueron encontrados el 5 de marzo en la zona rural de La Angostura, un pequeño pueblo de Michoacán.
La DEA no se quedó de brazos cruzados y lanzó el Operativo Leyenda que consistió en la detención de los máximos responsables del Cartel de Guadalajara, uno de los más grandes del mundo. Cayeron casi todos: Rafael Caro Quintero, Ruben Zuno Arce, Miguel Ángel Félix Gallardo, Humberto Álvarez Machain, Mario Verdugo y Ernesto Fonseca Carrillo.
La propiedad donde se habían hecho los peores tormentos contra Kiki había pertenecido al cuñado del ex presidente mexicano Luis Echeverría Alvarez, Zuno Arce, a quien además se le encontraron lazos financieros con el cartel. El crimen ya rozaba a las más altas personalidades políticas de México.
El Operativo Leyenda fue demasiado crudo y representó una lección para los demás carteles de la droga en la región: nadie debía meterse con un agente de la DEA. El precio que se pagaría -para gobiernos corruptos y para los líderes narcos- sería muy costoso.
El Cartel de Guadalajara se desmanteló. Dio lugar a una implosión que derivó en la creación de otros grupos narcos más pequeños y que irían creciendo con los años, como por el ejemplo los de Sinaloa, Juárez o el Golfo. Otros nombres comenzaron a emerger: Ismael Zambada, Héctor Palma… Joaquín Guzmán.
Ellos ya sabían con quién no deberían meterse. Como hombres de fe, el martirio de Kiki fue la salvación que sus antiguos popes le habían ofrendado al resto de los agentes de la DEA. Y ya nada sería lo mismo. La guerra sería diferente.
Durante sus 11 años de servicio en la agencia antinarcóticos, Enrique Kiki Camarena recibió dos Premios de Rendimiento Superior Sostenido, un Premio por Logros Especiales y a título póstumo el Premio de Honor del Administrador, el reconocimiento más alto otorgado por la DEA.
Con información de EFE y AP
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